Siempre se piensa en este momento de la casa a secas, a bordo de una barca. En las esquinas hay citas clandestinas, la soledad es un ave pasajera, las aves tratan de demostrar cómo se sienten. No, no escapo a nada de lo que veo, solo viajo en el viejo tren de regreso a la calle.
Brotas de la nada sin fijarte si se es rico o se es pobre. Brotas de lenguaje del aire sin boca, sacas del lodo una mano seca y del pantano escribes de mi casa.
De aquí eres, poema, de estas cuatro paredes remotas y tan cerca, cruzas en tren, besas en las puertas y desandas los rieles de la cerca. Creces en el cactus, asomas las narices al humo de los cigarros. Te escuchan los perros deshidratados del barrio.
Poema, me visitan tus instantes en el taller de sables, en el filo de tu belleza, en el tiroteo unánime de las canciones no escritas sobre la mesa. Estás en una gota de cielo, en un poema inquebrantable y eres soneto de mi mente, en una ventana abierta de esta soledad a fuerzas.
Donde las luciérnagas iluminas las flores, al final de cuentas, encuentro un poema descalzo al comienzo de una mañana bonita.
Todos los días salgo al patio y veo sobre el techo las ramas de un árbol que da sobre el piso húmedo, luego caen algunas hojas que el viento se lleva. Mi voz arrastra el común denominador de la tarde que pasa.
Veo mis ojos en los espejos sucesivos pintados con tinta china y la boca incendiada con una lámpara. Todos mis refuerzos se han ido ya a esta guerra con los ojos llenos de lágrimas y recuerdos, con las armas del cuerpo justo y absoluto a adonde mis manos se han ido nadando.
Y los poemas. Qué son los poemas que de pronto vienen sin ser convocados?Entran sin permiso, no llaman a la puerta, se instalan en los aposentos, en el rincones, en donde quiera, no les importa, son poemas invasores de la conciencia, que no puedo almorzar ni hacerlos con un par de huevos estrellados, que no me sirven para el sustento diario, que nadie paga cuando los canto.
Qué son los poemas, pedazos del cuerpo que se van integrando, ramas como hojas de un árbol. Por qué brillan en la noche, por qué se apagan cuando nadie los oye, por qué un poema es grande y otro chico, por qué uno se dice fuerte y el otro calla.
El pájaro es un poema sin alas, que no vuela, suspendido en el viento, en las partículas del universo. Puede ser el hueco de una mano, después un poema entre los soldados en una guerra, en una balacera a dos cuadras del silencio.
Es un poema desatado entre entre los pobres sin almuerzo, sin una comida diaria, sin cena, sin santo y seña, sin sueño, sin despertar con el ojo pelón y riendo en la mañana como quiera con una mano en la piedra.
Cuánta soledad hay en un poema. Quienes lo recogen lo bañan, lo cambian de ropa, lo sacan a pasear, lo encierran, lo hacen suyo, lo leen despacio y caminan con él en los labios.
Quien lo mantiene unido a la piel, lo deja correr en la sangre, lo deja ir y lo eleva como un papalote, como una paloma que vuelve con una trenza de hojas en el pico de la tarde. Quien lo escucha después de que ya nadie lo oye, quien deja todo por un poema, no muere.
Donde no hay nadie ni nada, hay poema, apenas una cobija buena y pequeña, un espacio dónde dejar caer el cuerpo, donde nadie habla y es un monólogo el pensamiento.
Es posible que con una letra te hagas palabra y de la palabra te hagas poema y que ese poema sea todo lo que tengas para sobrevivir en el arca de este diluvio sin agua.
HASTA PRONTO.
Por Rigoberto Hernández Guevara