Afuera está lloviendo. Con el tiempo la casa se volvió un barco que navega por las calles. El planeta, lejos de ahí, es una bomba de tiempo completo. De cerca el barco conserva los viejos enceres de la casona, pero las ollas son ahora los cascos de los más desalmados marineros.
Es como todo, viaja usted solo. Usted está donde están todos, mire cómo cada uno viaja solo. Lo vieron llegar y quedarse pero eso es lo más común en este tipo de barcos. Intente otra cosa porfa. Aquí ya se las saben todas.
Antes de que el sol salga usted debe ser capaz de levantarse de la cama y sin mayores aspavientos echarse un baño con agua helada o mudarse a otra historia. La vida podría ser más bonita si uno la riega todas las mañanas. Sin miedo al éxito, como dice la raza.
Piense que esto es un barco con usted a bordo. Vea como poco a poco el barco se moja y usted lucha por su vida sin analogías. Nadie le ha visto todavía, escepto yo que escribo. Podría pasar silbando desapercibido entre el ruido de los carros que se alborotan con el agua en los semáforos de la vida real.
Pero esto es un barco y usted va prisionero ¿a dónde va que no le lleven? Todo mundo sabe de que pie cojea y que tiene un ojo más grande que otro aunque a nadie le importe. Dígaselos.
Todo mundo sabe que en lo doméstico, donde se maneja uno en eso de lavar trastes y etcétera, usted saca la vida de una parte y de otra y como quiera sale a flote. Hasta el día que se informa nadie se ha muerto por comer galletas de animalitos que yo sepa, ni le dio animalitis.
En el barco- suponiendo que el barquito de papel aún no se destruye remojado-, usted, como si fuese cierto, lee una revista viejícima que lo saca de ahí por la ventana, y en la escotilla o banqueta que es lo mismo, recuerda que sigue sentado sin haber leído lo que ya ha leído.
Con el destino impreciso usted desea cambiar de rumbo, hacer un alto en el camino o desvocarse, ser un rebelde sin causa, meterse a soldado, pero tal vez no quiere. Ahora usted va en un barco, cómo de que no. Siente la sal en el cuerpo y la brisa que humedece sus párpados.
De pronto se da cuenta que alguien lo empuja y usted empuja a otra gente y así van repletas las galeras de los esclavos cuyos nombres no fueron dados a conocer. Realmente usted va en un barco, no es una película. Y usted escucha el murmullo de las olas y continúa remando mientras urde un plan para escapar de ahí.
El barco fue tomado por los piratas mientras llovía. Usted no pudo ver a qué horas la nave desapareció del paisaje porque iba pasando un señor en una bicicleta. Eso debería echar todo por tierra, pero no aquí en pleno diluvio.
El pequeño barquito de papel dio vuelta en la esquina donde también dio vuelta la asequia del pavimento. Luego de un poste nadie vio al barquito detenerse abajo de un carro y re tomar el vuelo con Ia tripulación mermada a bordo. Usted es de los sobreviviente. Puedo imaginar lo que sigue.
Por momentos usted deja de leer y enciende un prohibido cigarro. Piensa en los pobres hombres que reman. Piensa en en la puerta que es golpeada por el aire y le da flojera ir a cerrarla. Tendrá que hacerlo antes de que se comience a meter el agua.
Luego de varios días llega el barco al puerto. Alguien, que aunque nunca se sabe quien, tal vez sea usted mismo, abre la puerta y escapa para siempre. Tres doritos después, usted vuelve a casa donde empezó la vida, con las tortillas y el mandado que le encargaron. Ya cuando el agua se quitó y todo.
HASTA PRONTO.
Por Rigoberto Hernández Guevara