TAMAULIPAS.- La caída de Morena en el Congreso no tiene fin.
Ayer volvieron a sufrir una estrepitosa derrota, en la que perdieron -por si algo les faltaba- el control de comisiones fundamentales, como la Instructora, que pasó de tener una cómoda mayoría morenista, a estar integrada ahora por cuatro panistas, un priísta y dos morenistas.
Esta comisión es ni más ni menos, que la encargada de recibir y dictaminar los procedimientos de desafuero o juicio político que lleguen al Congreso.
A los de Morena también les arrebataron la Comisión de Finanzas, planeación y presupuesto que presidía el matamorense Isidro Vargas y ahora fue entregada a la priísta Alejandra Cárdenas Castillejos.
En ese tenor, con la Junta de Coordinación Política en su poder, y la irrupción del PRI como fracción parlamentaria, la bancada panista coordinada por “Moyo” García se sirvió con la cuchara grande. Una a una las comisiones de mayor relevancia fueron sacudidas con una nueva conformación.
Bueno, en realidad no todas: la de Vigilancia de la Auditoría Superior del Estado, se quedó en manos de Morena (es un decir) porque ésta es presidida por Jesús Suárez Mata, que aunque jura lealtad a la 4T, en los hechos ya es un blanquiazul más.
La debacle que sufren los diputados morenistas tiene varias explicaciones a la vista de cualquiera que haya seguido el desarrollo de la actual Legislatura.
El primer gran error fue el menosprecio de la misión fundamental que ganaron en las urnas; una mezcla de autosuficiencia y arrogancia, reflejada fielmente en la personalidad de Armando Zertuche, los llevó a subestimar el reto que tenían enfrente.
Desde el principio fue notoria la falta de asistencia técnica para llevar al Pleno la revolución parlamentaria que prometieron; lo de la casa del pueblo nunca pasó de un slogan.
Pero no sólo eso, con la excesiva confianza que dan los triunfos, también minimizaron a sus adversarios políticos.
En la bancada de a lado no tenían a un puñado de diputados, sino a un aparato político que en los últimos cinco años aprendió a ejercer el poder y arrollar cuando tiene oportunidad.
El que perdona pierde, reza el clásico, y los morenistas, carentes de cualquier operación política, dejaron pasar oportunidad tras oportunidad, hasta que, debilitados por las pugnas internas, dejaron ir el control del Congreso.
También es justo reconocer que para que eso ocurriera no todo fue culpa de Zertuche y sus compañeros.
La presión constante de otros actores políticos de Morena causó un daño irreparable a una bancada que ahora mismo está fracturada.
En la batalla de ayer, por ejemplo, una vez más tres diputados del sur de Tamaulipas, Nancy Ruiz, Leticia Vargas y Jesús Suárez Mata, votaron a favor de que su partido perdiera el control de las comisiones más importantes; los dos últimos, por cierto, también habían votado por entregar a Acción Nacional la Junta de Coordinación Política.
Por eso, se antoja muy complicado que la situación al interior de la bancada vaya a mejorar con la unción de Úrsula Salazar como nueva coordinadora.
Es verdad que la sobrina del presidente encabeza uno de los grupos políticos más importantes al interior de ese partido, pero ni eso le va a alcanzar para poner orden entre sus compañeros.