TAMAULIPAS.- Ciento veintidós mil ciento dieciocho. Le lleva unos 5, 6 segundos decir esa cifra de homicidios dolosos que en los casi 3 años y medio lleva acumulados hasta ayer el gobierno del Presidente López Obrador, el más sangriento del país en el último medio siglo. Se dice rápido pero no se asimila tan fácil.
Los muertos de Andrés Manuel son más, muchos más que los registrados por la autoridades en los gobiernos neoliberales de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, a los que López Orador ha puesto como ejemplos de la degradación social y la corrupción en el país.
Ayer revisaba el reporte diario que la empresa de opinión pública TResearch elabora sobre diversos temas y en especial, el de los homicidios dolosos. El número es escalofriante porque además de la enorme cantidad de ciudadanos muertos en condiciones de violencia desde que se inició el gobierno del la Cuatroté en México, lo peor es que se han registrado en condiciones donde prevalece la impunidad.
Los 122 mil 118 muertos de Andrés Manuel en menos de 3 años y medio son más que los 120 mil 463 reportados en los 6 años de Felipe Calderón, a quien López Obrador y su enorme cantidad de seguidores y acólitos califican como cabeza de un gobierno criminal y sangriento. Cuestión de dogmas ideológicos y propaganda.
Lo que es cierto, irrefutable, es que en menos tiempo el Presidente que prefiere repartir abrazos a los delincuentes lleva en su haber más muertos por violencia que su némesis. Lo que es un hecho incuestionable es que mientras Calderón -con todos sus defectos- encabezó un gobierno que sí enfrentó a los criminales y que se les plantó de lleno para aplicarles la ley, mientras que Andrés Manuel ha sido más bien cómplice por omisión y por decisión propia, como lo confirma todos los días la ausencia de una política pública en materia de prevención de delitos de alto impacto y de una abierta tolerancia a las actividades ilícitas.
Los más de 122 mil muertos de Andrés Manuel se suman a los fallecidos a causa de la pandemia mal manejada, a los niños con cáncer que han fallecido por falta de medicamentos y tratamientos; a los policías y militares caídos en cumplimiento de su deber. Su gobierno es el más sangriento, el más omiso en su trato con los delincuentes y el más cínico en su actitud frente a los que con violencia, impunidad y protección del Estado mexicano matan, roban, extorsionan y trafican todo tipo de mercancías o de personas.
En México, las cosas han empeorado más que con Calderón y Peña Nieto, porque si bien el primero decidió enfrentar con la fuerza de los militares a los delincuentes, el segundo optó por bajar la intensidad y hasta hacerse el desentendido a medias. Pero quien sí superó todo y se colocó en un lugar ominoso en la historia es Andrés Manuel, el Presidente de la esperanza de millones de desposeídos, el de las eternas promesas, el de las campañas interminables, el de las frases incendiarias, el de la honestidad valiente repetida como dogma de fe y como supuesto atributo personal.
Desde que asumió el gobierno federal, López Obrador no ha hecho otra cosa que repetir que su administración es diferente, que protege la vida y los intereses de los mexicanos. Que no promueve el odio ni la venganza. Que ofrece alternativas de desarrollo a jóvenes y adultos. Que en vez de aplicar la ley o repartir balazos, prefiere dar abrazos o acusar a los delincuentes con sus mamis.
Pero la consecuencia la estamos viendo tristemente en las cifras frías de homicidios dolosos: Los muertos con violencia se acumulan en promedios que van de los 60 a los 100 diarios. Día con día suman más casos y la cuenta crece sin freno, mientras Andrés Manuel sigue tratando de justificar su falta de interés en combatir a los criminales con toda la fuerza del Estado mexicano, como es su responsabilidad.
Habrá muchos a quienes no guste esto y buscarán defender al Presidente diciendo que este gobierno no opta por aplicar a ley, por embestir con las fuerzas de seguridad a los delincuentes. Quizá vayan a culpar a los gobiernos neoliberales de haber desatado la ola de violencia que vivimos. Y hasta podrán decir que antes no se decía esto.
Cualquiera de sus argumentos queda invalidado por la fuerza de la realidad, por la inatacable verdad de que ahora, desde que llegó la Cuatoté, el país vive más violencia, más masacres, más homicidios dolosos. Que no hay golpes significativos a grupos delincuenciales, que cada vez más trasgresores de la ley tienen bajo su control amplias porciones del territorio nacional.
Olvidarán, por repetir la narrativa oficial, que el país se le ha ido de las manos, que la inseguridad y los delitos de alto impacto son algo cotidiano. Y que todo esto es consecuencia directa de la omisión, de la complicidad, de la incapacidad y de la irresponsabilidad de preferir abrazar, proteger y dar prioridad al cuidado de los criminales antes que a los ciudadanos.
Los muertos de Andrés Manuel son más, muchos más que los de Calderón, el de “la guerra”. Lo terrible es que con el panista esos números se registraron en 6 años y con una acción frontal contra los grupos criminales, pero con López Obrador la cifra es mayor, en la mitad del tiempo y sin alguna acción contra los delincuentes. Tan claro como eso.
ESCOTILLA
El país llenándose de muertos por violencia y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López anda en campaña, haciendo proselitismo partidista en los 6 estados en los que habrá elecciones. Y eso que en la Cuatroté no son iguales a los de la mafia del poder que -según-, ya se fue. ¿Usted qué cree?
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