TAMALIPAS.- El salón de sesiones “clausurado” por los morenistas, los diputados del PAN y del PRI atrincherados en la oficina de la Junta de Coordinación Política, los jaloneos del lunes.
Todo eso podría pasar a segundo término si consideramos el momento que atraviesa el estado.
En cambio, las últimas dos jornadas de furia en el Legislativo habrán servido para que quienes integrarán el próximo gobierno dimensionen en toda su expresión, el contexto social y político en que les tocará ejercer el poder en Tamaulipas.
Una cosa quedó clara: el panismo, cuerpeado por lo que queda del PRI, no va a doblar las manos pese a la derrota del 5 de junio.
Si algo han demostrado los diputados que integraron la 64 Legislatura, y los que integran la actual, es que parecen siempre dispuestos a llevar su agenda hasta el filo de la legalidad, o en todo caso, como dijo ayer una y otra vez Félix “Moyo” García, dejar en manos de los Tribunales la decisión de si están actuando bien o mal.
Ayer por lo pronto, de acuerdo a su justificación, la sesión vía zoom la pudieron realizar gracias al apoyo de los priístas Edgar Melhem, Alejandra Cárdenas, y de Nancy Ruiz, una diputada que insiste en presumir su raigambre morenista aunque ya van dos veces que vota a favor de entregar la Jucopo al PAN.
Lo que hicieron los diputados panistas fue quemar sus naves, ni más ni menos. O tragarse la llave del candado.
Ademas de impedir cambios en el control administrativo por lo menos hasta el 2024, a partir de ahora (si se valida la extraña sesión del día de ayer) cualquier bancada que pretenda hacer una nueva reforma a la Ley Interna del Congreso, requerirá de dos terceras partes de la votación, como si se tratara de una reforma a la Constitución de Tamaulipas.
Así, nadie -ni ellos- podrá meter mano al reglamento de las sesiones, las votaciones, etcétera.
Es decir, se agudizará la virtual parálisis legislativa que ya sufría el Congreso local.
Además, con la nueva adquisición de la bancada panista, la de la diputada Leticia Vargas, el marcador está más empatado que nunca.
Así de repente, el proceso electoral del 2024 cobró harta relevancia para la gobernanza de Tamaulipas.
Salvo que ocurra una desbandada nunca antes vista hacia una u otra bancada, lo que queda de esta Legislatura se desarrollará en este tenor: sin margen alguno de negociación, y el diálogo virtualmente interrumpido.
(Habrá que ver qué pasa en el futuro cercano con los priístas, aunque a juzgar por su dirigencia nacional, planean morirse en la raya con su alianza “Va por México” por más fracasos electorales que vayan acumulando).
Por eso, para Morena y para el próximo gobernador será primordial la elección que se realizará dentro de dos años.
Ganar una mayoría cómoda en el Congreso debe ser su prioridad, pero también tendrían que construir una base partidista sólida para que no se les vuelva a ir entre las manos la ventaja numérica que consiguieron hace un año en las urnas.
Como puede verse, por muchas razones, el gobierno que comenzará el 1 de octubre será muy distinto a todos los que hemos visto.