TAMAULIPAS.- Un montón de papeles revolotea sobre la mesa que sirve de escritorio. Adentro hace aire y afuera hay calma, dos extremos del mundo en un solo párrafo.
El abanico empuja los objetos que giran y se vuelve loco. El artista confundido confiesa que comenzó a temblar de modo imperceptible. Una parte del cuerpo, sin que sepa cuál, quiere rebelarse.
El instante se tambalea y en la mente giran las ideas, los colores, los procesos que llevan a una entidad, un producto, un algo que a veces sin decir lo dice todo.
El hombre despierta e ignora qué lo despertó precisamente. Cuál es la idea. Pero el impulso ahí está ya, frente al ordenador. Quiere escribir, quiere decir y empieza con la primera palabra única, la que de por sí sola lo dijo todo. Y sin embargo el hombre tiene que explicarse y concluir el párrafo.
Dicen los que saben que la inspiración es un porcentaje del uno por ciento y el 99 es trabajo. Es verdad. El trabajo es la técnica y las herramientas que cuentan para serle fiel a eso que se siente.
La inspiración es inherete al ser humano, el trabajo y la inteligencia establecen por lo general una diferencia. Aunque no siempre. Ya ve usted cómo es el arte. La inspiración es sentimiento, emoción, coraje, trance, valor, abismo, suicidio, arroz y frijoles.
Un párrafo nace escrito pero el artista lo ignora y suele equivocarse, a veces en eso consiste. La inspiración lleva a un solo lugar. A donde nadie ha ido en los zapatos de otros.
Los papeles continúan revoloteando y en la habitación el desorden es el orden correcto para extraños convidados. El artista sufre, el dolor se esconde en alguna parte y hay de algún modo placer y dolor al mismo tiempo, el alumbramiento es eso. Un párrafo.
Frente al papel en blanco la inspiración no tiene otra razón más que la existencia y es una raya invisible, una curva prevista, una frase ya instalada en el pensamiento peligroso y efímero. El artista se equivoca mil veces y una de ellas acierta, acaso no se dé cuenta. Cien años después el mundo lo celebra.
La inspiración es aire fresco en la mente sudorosa de una línea. Los renglones llevan las manos temblorosas y en otra un cigarrillo apagado por recomendación del médico. El alma es el cuerpo estremecido, nadie se salva, la inspiración hace que lata el corazón más rápido, la mente vaga en un charco, se hace viejo el escriba y este es el pozo de sus días.
La chispa divina, el plasma, la magia, el numen aparecen de pronto libres. Son momentos terribles. El plasma escurre por la orilla de cuarto y busca huir, el arte y la cultura es el movimiento constante ese fluir.
El artista debe atrapar ese dolor, amarrarlo a un poste, hacerse de él o si lo prefiere deshacerse de él si es necesario. Es por eso también que muchos párrafos, incluso muchas obras de arte, terminan en el basurero.
Tarde que temprano aparece la inspiración en un párrafo sino es que ahí estuvo siempre. El arte asombra a quien lo hace y a quien lo descubre- en eso consiste- porque es algo nuevo y se puede ser feliz con eso. El arte es emoción y sentimiento, es el plasma del párrafo, lo profundo, lo hondo, lo oscuro, lo que ocurre en el instante de un cuerpo y un cerebro.
Cuando el artista concluye su obra, así sea una sola imagen, una palabra solitaria aunque exacta, sale a la calle y siente el poder de la creación. Respira un aire diferente, siente que hay otros elementos que lo contienen y lo enriquecen. Que lo continúan eternamente.
La inspiración existe. El artista lo sabe de cierto, le han descubierto espiando momentos, dramas, sucesos. La inspiración es un momento, pero también puede durar toda la vida y en lugar de un párrafo escribir un libro.
HASTA PRONTO