TAMAULIPAS.- A la deriva, entre desconocidos de su trabajo, así se descubre el artista desnudo en su cuarto. Aún no escribe todo. Aún no escribe nada acaso. Todavía no pinta el Rembrandt que lo hará famoso. Trae un objeto en la mano que resbala despacio, las ideas y ocurrencias se han ido, el artista por fin puede mover, hacer, combatir a muerte en el viejo edificio de su cuerpo.
El arte es un don. De mil “artistas” sólo hay uno en realidad. El arte no se estudia ni tiene edad. Se da y ya. Se da en cualquier rincón ignorado y en cualquier orilla, en lo más desgarrador se prodiga. Es una chispa que no todos miran.
Del anterior párrafo se deriva que a veces hay mil artistas y ninguno es . A veces sólo hay un único artista en el pueblo y es muy bueno, el mejor del mundo. A veces el verdadero artista es ignorado por todos.
Pero no os preocupeis, el arte verdadero es el último sobreviviente del tiempo.
Es tan basto el arte que cubre toda la visión de los ojos. Una gran obra soporta ser vista de lejos y después de mil años.
El arte es un artículo de consumo para el espíritu. Pero le hemos puesto precio que derivó en el absurdo comercio, en el desenfreno que dejó correr la tinta por fuera del lienzo. El tiempo desviste los cuerpos. Una obra de arte conserva su inocencia y siempre es nueva, el arte pudiera ser eso, pero va más lejos.
No cabe duda que el arte se dirige al inconsciente. Ahí establece su hogar y cada quien hace su casa con el paisaje de un cuadro y con el material con el que está hecha una escultura. El arte entonces comunica con su lenguaje único que no es de palabras ni se escucha: si alguien dice algo, falla.
Miles de Obras de arte fueron aplaudidas en su tiempo y hoy se han olvidado. Ni siquiera podemos dar un ejemplo de ellas. Tal vez no era arte. El arte es eterno. El arte cuando sale de la profundidad de la tierra es como el de las cuevas de Altamira. Significa el arte. Nos transporta en una nave inmediata con solo observarla. Sin tocarla.
Todo artista pinta algo. Termina su obra en movimiento, en canto sensual. Con una sombra y un claroscuro la obra permite ver el diálogo que sale de los labios. El arte es poesía como visión. Es canto sobre una gama de colores en el conocimiento y la imaginación. Toda obra, incluso la escrita, pinta en un cuadro su idea del mundo.
El arte sin embargo se dispersa entre los espectadores. Para existir ha nacido. En el preludio de la plaza principal, una orquesta maravilla a la infancia de un pueblo. En los campanarios se reconoce el pasado en blanco de una ciudad. Quien escriba que escriba, que diga demaciadas cosas absurdas.
Haga usted la escultura de una palabra para más tarde, o de un recuerdo cierre una ventana en plena metáfora. El artista anda en los barrios solitarios por donde vive. El mejor artista del mundo, que aún ignora que lo es, un poco borracho de nada, sabe que todo está pasando.
Mucho años después la gente escucha la voz del artista. Siente algo que no identifica pero le gusta ¿Qué le gusta? No sé, su breve beemencia, su sutil galanteo, sus labios, su modo de caminar en una foto. Eso nunca se sabe.
Este es un montón de libros desinflados, una lectura en un gorro de papel periódico, es un cuidadoso paso del marinero chiflado que da la hora para ir a dormir a las galeras. El arte es la solución nocturna, aceite del insomnio, pequeña lámpara que relampaguea.
El férreo escudo del artista lo protege de los halagos como de los golpes del destino a estas horas insurrecto. A cualquier hora el artista es impenetrable por cualquier influencia o por las inclemencias del tiempo. El artista es el enfermero y el loco en la casa de los locos.
HASTA PRONTO