Cuentan que alguna vez le preguntaron a José Emilio Pacheco por qué no había ido a una reunión de intelectuales con cierto político. Porque soy mexicano, contestó. Ante la perplejidad de su interlocutor por esa respuesta, el poeta y ensayista agregó: sí, como mexicano caigo rendido ante cualquiera que me dé dos palmadas en la espalda.
Tiempo atrás, el ministro Arturo Zaldívar denunció que el entonces presidente Felipe Calderón lo había presionado y amenazado. En concreto se habló de acciones indebidas del gobierno calderonista en torno a los casos Guardería ABC y Florence Cassez.
Demos por bueno que eso ocurrió conforme a lo que sostuvo el año pasado el ministro Zaldívar, por entonces –a su vez– presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Habla bien de Zaldívar que haya resistido tales presiones y amenazas. Como habla bien de él lo que hizo en el terrible caso de la Guardería ABC, donde propuso que las responsabilidades escalaran hacia los máximos responsables, o con su tesis del efecto corruptor en el tema de Cassez.
En parte por su actuación en esos casos fue que cuando Zaldívar se volvió presidente de la Corte se pensó que ésta tendría una época fulgurante. Es demasiado pronto, sobre todo por la polarización, para sacar un balance de esa presidencia que concluyó en enero.
Lo que no es prematuro es cuestionar qué hará Zaldívar frente a los ataques y denuestos, groseros y desmedidos, del presidente Andrés Manuel López Obrador en contra del Poder Judicial, en general, y de la ministra presidenta, Norma Piña, en particular.
AMLO –que lleva toda la semana enchiladísimo por el éxito de la marcha rosa– sentenció el miércoles que “ahora que llegó la nueva ministra” se ha desatado “una ola de resoluciones a favor de presuntos delincuentes”.
El Presidente criticó ese día, además, la pretensión de autonomía de los jueces, una supuesta falta de vigilancia de la Judicatura a los integrantes del Poder Judicial y que éste se constituyó para “proteger a corruptos y a las élites del poder económico y del poder político en nuestro país”.
Y según López Obrador, en el Judicial la cosa va a peor porque Zaldívar ya no es presidente. “Antes, cuando estaba el ministro Zaldívar, Arturo Zaldívar, había un poquito más de vigilancia sobre los jueces. Se les respetaba su autonomía, pero vigilaban, del Consejo de la Judicatura, que esa es su función, vigilar el recto proceder de jueces, de magistrados, de ministros. Ese organismo es un florero, está de adorno, porque no hay ningún señalamiento a un juez, a un magistrado”.
“Bueno, pero antes había un poco más de atención, de vigilancia. Ahora que llegó la nueva ministra declara, en un formalismo extremo, como si fuesen omnímodos los jueces, que son autónomos, que puedan hacer lo que quieran”.
Queda agregar que este jueves el Presidente volvió a atacar al Poder Judicial, en el que Zaldívar –obvio– es uno de 11 ministros.
Es sabido que AMLO declara que ve a Zaldívar como uno de los ministros de su movimiento (remember, es tiempo de definiciones y el Presidente lo suma entre los suyos).
¿Quién respetará más a Zaldívar, un presidente que intentó presionarlo y que lo amenazó (sic), o uno que declara que lo tiene en el bolsillo?
El Poder Judicial está en la mira del Presidente de la República. Qué elegirá para el futuro Zaldívar, decir que, al igual que Calderón, López Obrador lo atacó al defender a sus compañeros, o contarle a sus alumnos de cuando el jefe del Ejecutivo le daba palmaditas.
Por Salvador Camarena