Bien conocida es la falsa leyenda de que Isaac Newton flojeaba bajo los árboles, cuyos frutos, al caer, surtían manzanazos al descubridor del sistema del universo. La realidad es que el autor de la Ley de la Gravitación Universal simplemente utilizaba las manzanitas para explicar a los zonzos como yo que la mayor fuerza de la naturaleza existe, pero no se ve.
Con sus conocimientos pudimos explicarnos desde el movimiento del río hasta el vuelo del avión. Se enriquecieron todas las ciencias y lo siguen haciendo todos los días. No sólo la física o la ingeniería, sino también la medicina, la arquitectura y hasta el derecho y la política.
Pero, ¿qué tiene que ver la política con Newton? Muchísimo, aunque tampoco lo veamos. Para José Ortega y Gasset, la suspensión etérea no existe en la política porque, al igual que para la física, no existe la levitación mágica. ya que es una fuerza que tan sólo existe en la mente o en la invocación, pero jamás en la realidad.
No obstante, hoy la vida política tiene muy bien posicionada la magia. Sólo así se explica que muchos políticos crean que el Estado puede mantenerse en pie sin nada que lo sostenga. Sin embargo, un análisis más profundo nos advierte sobre un posible embeleco colectivo. En verdad, ¿no tiene un sólido sustento y que el sostén de fuerzas invisibles o acaso inconfesables? En la política, como en la física, nada se sustenta sin explicación.
La historia nos revela que la falta de sustento hizo que se desplomara tanto la Comuna de París, que vivió 70 días, como el Tercer Reich, que tan sólo duró 12 de los mil años que prometía para un futuro que nunca llegó. La historia también nos dirá en qué y quién sustenta el régimen de Nicolás Maduro. En México fueron fugaces por insostenibles, tanto el Imperio de Maximiliano como la usurpación de Victoriano Huerta.
En ocasiones, un espejismo colectivo marea y confunde a las sociedades enteras. Muchos mexicanos creyeron que Mauricio Garcés era un seductor y que Pedro Infante era un charro. En realidad, ambos eran magníficos actores. Uno se especializó en ridiculizar al galán enriquecido y encanecido. El otro se especializó en enaltecer al emblema mexicano tan atrayente y tan admirado.
Pero todo eso tan sólo dentro del set cinematográfico. Fuera de allí no existieron ni las novias de Garcés ni los caballos de Infante. Sus divertidas películas fueron historias ficticias. Algunos sabedores me han contado que Mauricio era respetuosamente tímido con las mujeres, así como que a Pedro no le gustaba montar. Lo repito con admiración. Eran grandes actores.
Y es que existe una oscura zona intermedia entre lo real y lo mágico. Se le llama truco y sirve para que no veamos la realidad ni en la política ni en la diplomacia ni en la justicia ni en la economía ni en el cine. Son verdaderos iluminados los pocos que han podido ver la fuerza política que no se ve, así como Newton vio la fuerza invisible del universo.
Como ejemplo, por esa ceguera colectiva, hace casi 250 años, aunque ya estaban publicadas las ideas de los enciclopedistas e instalados los Estados Generales, la Bastilla fue un suceso irrelevante para casi todos. En el México de hoy, la liberación de 7 presos también sería irrelevante para la alta política. Por eso, los hechos fueron informados al rey hasta en la mañana del 15 de julio, ya que el día anterior tuvo cacería y regresó muy cansado.
Al enterarse, Luis XVI los desestimó como lo hicieron todos. Tan sólo exclamó con fastidio: “¡Bah!, es una revuelta”. Ante ello, de inmediato el duque de Liancourt le respondió con firmeza: “No, Sire. Es una revolución”. Tuvo el privilegio de ver que en la política y para siempre, ya nada volvería a ser igual. Que en ese momento su mundo, el mundo entero y el mundo futuro, se habían salido de su eje.
La manzana de Newton, la frase de Liancourt y la videncia de los iluminados son lo único que nos remonta sobre nuestra propia insignificancia y nos dignifica como humanidad.
POR JOSÉ ELÍAS ROMERO APIS