Sea cual sea el resultado electoral en la elección de gobernadora del Estado de México, el escenario se le presenta al presidente López Obrador en modo de ganar-ganar en su espacio de sucesión presidencial y de muchas maneras la alianza opositora demostró la incapacidad estratégica para configurar una propuesta competitiva.
A este cuadro político hay que agregar el análisis sobre el comportamiento de los medios de comunicación –prensa, radio y redes cibernéticas– porque se dedicaron más a difundir irregularidades de la candidata de Morena, a ocultar con maña el desastre del Gobierno estatal de Alfredo del Mazo Maza y sus traiciones, miraron hacia otro lado para no denunciar el uso de recursos públicos del Gobierno priista y la complicidad del PAN y el PRD y nunca se preocuparon por presentar un análisis estratégico del elección y sus repercusiones nacionales.
La candidata aliancista Alejandra del Moral desarrolló una campaña sin rumbo, sin sentido y bajo un concepto que bien podría ser una crítica al tibio gobierno de Del mazo: “valiente”, fue el adjetivo que derivó en un sustantivo que trataba de decir que ahora sí habría un gobierno con energía para gobernar la entidad, dejando la interpretación obvia de que el gobierno priista saliente era lo contrario de valiente, cualquier palabra que se quiera usar.
La imagen de la candidata priista en varios eventos junto a los líderes de los partidos aliancistas –el panista Marko Cortés, el priista Alejandro Moreno Cárdenas y el chuchista Jesús Zambrano– solo mostraron el patetismo de una campaña que no podía estar atada a esas polémicas figuras, en tanto que las estructuras de los partidos solo ofrecieron imágenes de desorganización y desdibujamiento.
Si la fuerza dominante en Edomex era el corredor azul del PAN, entonces fue un error estratégico de vulgar reparto de posiciones de poder que la candidatura tripartidista recayera en el PRI y en su último bastión regional, con la circunstancia agravante de que las referencias simbólicas al desprestigiado e inexistente Grupo Atlacomulco sólo generaron lástimas políticas sobre una élite rebasada por la corrupción y el tráfico de poder.
Si la victoria en Edomex fue manejada como el argumento de sobrevivencia de los tres partidos de la alianza con miras al 2024, la candidatura, la campaña y la cobardía política de Del Mazo dejaron entrever que la escudería de Va Por México nada tendrá que hacer en las presidenciales del 2024, y menos aún si los tres líderes partidistas derrotados se encargarán de gestionar la candidatura, definir la propuesta de gobierno y manejar la campaña.
La elección mexiquense era la gran oportunidad política para oxigenar –y solamente eso– el discurso de un Gobierno de coalición, pero ni la candidata ni los líderes de los partidos promotores supieron siquiera explicar de lo qué se trataba y dejaron la impresión de que la alianza era solamente una decisión desesperada de una elección anticipada en todas las encuestas.
En Estado de México habrá quedado la tumba del pensamiento teórico de los gobiernos de coalición y en el 2024 se repetirá el error, toda vez que en términos de sensatez política la derrota mexiquense debería de conducir a un relevo no sólo de las direcciones del PRI, del PAN y del partido de los Chuchos, sino que tampoco habrá un replanteamiento estratégico total de la experiencia fracasada.
El presidente López Obrador le apostó al modelo de ganar-ganar, porque aún la hipotética derrota de Morena en Edomex reforzaría la estrategia de la sucesión presidencial.
El único que ganará con la derrota aliancista en Edomex será el gobernador Del Mazo por su alianza traicionera con la precandidata Claudia Sheinbaum Pardo
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Política para dummies: La política es el espacio brutal de la realidad.
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Por Carlos Ramírez
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