11 diciembre, 2025

11 diciembre, 2025

La cruda coyuntura que hay que resolver

COLUMNA/ JULIO FAESLER

A ningún mexicano se le escapa la importancia de las elecciones que vienen en 2024. Está por decidirse qué figuras han de ocupar la Presidencia de la República, llenar las curules de las cámaras legislativas y tripular las gubernatu\ras de una importante proporción de estados.

Pero no sólo será esto. Todo el sistema de gobierno está en juego. La fórmula que hasta ahora hemos conocido, salvo los efímeros ensayos de socialismo tropical de Tabasco y Yucatán, ha sido la del modelo de democracia liberal que tomamos de los próceres que fundaron Estados Unidos a fines del Siglo XVIII.

Es ese modelo, el que da primacía a la decisión económica, la comercial o financiera, por encima de preocupaciones por justicia social.

A estas fechas y pasado el quinto años del gobierno de AMLO hemos tenido la experiencia de su intento de dejar atrás el modelo neoliberal que ha moldeado la vida del país desde su 1824. Las variedades por las que hemos transitado, oscilando entre centralismo y federalismo, entre dictaduras e indefiniciones, nunca dejaron de seguir un mínimo de respeto, al menos formal, de democracia.

El porfiriato fue un ejemplo. Como resultado de más de dos siglos de este esquema en que lo que impera como criterio de decisión aplicar las reglas de la competencia dentro del mercado libre, se ha generalizado en todo el mundo y, desde luego en México, la ansiedad de encontrar nuevas formas de gobierno.

El inaudito crecimiento de la población ha venido a recrudecer esta necesidad. La inquietud viene de las inequidades que se ha precipitado en prácticamente todo mundo como resultado de la aplicación del esquema consistente en atender sólo las leyes del mercado sin consideración alguna del mandato de justicia.

Hay esquemas puestos en práctica en algunos países en que se alcanza un equilibrio entre las demandas populares y el bien organizado desarrollo.

Nosotros tuvimos el modelo del “desarrollo estabilizador”, pero a costa de conocer la “dictadura perfecta” de un partido oficial. AMLO nos ofreció ahora su propuesta de la 4T, que sólo ha sembrado el desorden que hoy día padecemos.

Sin ambages, se dedica a desarticular entidades y desmantelar el funcionamiento de instituciones que se habían montado con fines precisos y con ello emprender la aventura de un sistema de gobierno centrado en inapelables decisiones mañaneras.

Con el pretexto de enderezar la marcha nacional hacia un modelo de justicia social, el equilibrio entre poderes de gobierno hoy es un concepto innecesario y hasta inconveniente. La participación popular en las decisiones públicas es simple ficción.

Al quinto año, las reformas iniciadas por AMLO se han hecho, a muy alto costo, están dejando al país debilitado en todos los ángulos.

Las elecciones del año entrante no se limitan a evaluar campañas de candidatos, se trata de que por primera vez tenemos que escoger entre continuar con el ensayo hacia una sociedad de un socialismo tropical casero, como lo intenta AMLO, o bien corregir desaciertos y retomar el camino de decisiones compartidas con instituciones capaces de resolver las muchas necesidades.

Tenemos que decidir entre un sistema en que la definición de los actos de gobierno viene ya resuelta desde el mando de un individuo o de un comité o un modelo en que el electorado tiene una verdadera posibilidad de decidir entre alternativas ampliamente examinadas y debatidas.

Nuestra disyuntiva es nueva. Nunca antes se nos había presentado con tanta definición como ahora el decidir sobre la fisonomía del país para los próximos años. No debiera ser tan difícil escoger entre fórmulas opuestas tan extremas.

El problema está en que AMLO ha seguido la táctica de ofrecer al electorado las facilidades de los ingresos fáciles de sus programas sociales con lo que efectivamente se alivian urgencias sociales.

El defecto de esa estrategia de programas de subsidio popular es que no realiza la verdadera función del gobierno, que es la de encauzar las fuerzas del país hacia una comunidad con sistema socioeconómico que sea productivo.

Esta falla conduce a que la suerte de la población dependa completamente de las decisiones oficiales. El que deje de llegarse a la madurez cívica en que descansa el pleno potencial de un país, es lo que, a juicio de AMLO, menos importa: los programas son una muy intencionada y realista promoción electoral.

La 4T retoma viejos moldes del PRI. Las elecciones de junio 2024 deben ofrecernos las perspectivas de un esquema de gobierno moderno y provechoso. Los tiempos son de cuidado para México. Las rivalidades entre Estados Unidos y China están marcando ritmos que nos llevan a tener que definir nuestra propia estrategia de desarrollo.

Los países del BRICS ampliado, en el que no estamos, han decidido tomar los caminos de no comprometerse. La administración que entrará el año entrante tendrá que tomar decisiones al respecto.

Hay que dejar de perder tiempo y recursos y, más que nada, corregir el rumbo y dar por visto y desechada la confusa y dispendiosa utopía de AMLO.

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