7 diciembre, 2025

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RAMÍREZ HEREDIA; Letras del Puerto

A 18 AÑOS DE SU PARTIDA, ESTE 9 DE ENERO SE CELEBRAN 82 AÑOS DE QUE EL ESCRITOR RAFAEL RAMÍREZ HEREDIA “ELIGIERA” A TAMPICO, COMO FUENTE DE SU INSPIRACIÓN Y A LA PLUMA, EL MEDIO PARA DECANTARLO

TAMPICO.- Para poder morir sólo basta con ser indiferente, eso lo supo bien Rafael Ramírez Heredia, quien, inquieto como era, no dejó de conocer el lado oscuro de la sombra; este mes de enero se cumplen 82 años de su natalicio en el Puerto de sus añoranzas y sus hazañas.

El autor de La Mara y El rayo Macoy, Kiko, como cariñosamente le llamaban —de padre veracruzano y madre yucateca—, nace en Tampico, Tamaulipas un 9 de enero de 1942, en lo que llamó, “extrañas circunstancias de la vida”, que lo llevaron a radicar como a gran parte de su familia en esta ciudad y, a la que invariablemente regresaba a pesar de vivir en la Ciudad de México.

En un apartado de la estructura imponente del Espacio Cultural Metropolitano inaugurado el 4 de octubre de 2013 —al fondo, siempre al fondo—, se halla el alma de Rafael Ramírez Heredia; a un costado del estacionamiento, libros, legajos y hasta una máquina de escribir antiquísima, que le pertenecieron, fueron donados a nuestra ciudad. Concepción Tavera de Ramírez, su viuda, asegura le llena de emoción y alegría que Tampico lo recuerde a través de este memorial —se cumplen ya 82 años de su nacimiento—, pues siempre estuvo orgulloso de ser tampiqueño: — Toda la vida era ir de vacaciones a pasar el verano. Era un adorador del petróleo, de las comidas del puerto; de subir en los “coches de ruta” y dejarse llevar a lo largo de la Avenida Hidalgo, pues me decía que ahí surgían las mejores historias. Quiso después de muerto, que toda su biblioteca fuera donada a la ciudad; acervo que se halla en la Biblioteca del Espacio Cultural Metropolitano. Quizá fue durante la niñez o la adolescencia; por la mañana, recorriendo las orillas de la Laguna del Chairel, o tomando un raspado en el Balneario Rojas; en Miramar viendo de frente a las olas, o al rodar entre las dunas o por qué no, al ensartar sus rodillas en las agujas de los pinos esparcidas en la arena dorada; o simplemente, fue al sentir el golpe de un viento fresco y con salitre en el rostro, que Rafael Ramírez Heredia se dijo, es aquí, en Tampico, donde quiero permanecer.

Muy cerca estuvo de los indiscretos bañistas, en busca de sus primeras novias, sus primeras aventuras; visitó las cantinas y se llenó
de los lugares non santos, —como él decía—; y cada año, pasó sus vacaciones en este Tampico Hermoso donde decidió nacer (así se lo hizo saber a su familia), junto a la tía Rina Heredia y el tío Rodolfo Gil Zayas, ex alcalde de la ciudad a finales de los 50. Fue aquí donde encuentra Ramírez Heredia su inspiración, en la mirada de la muchedumbre, rodeado del pueblo, de los desprotegidos; se encontraba cómodo hurgando dentro de los marginados; su aguda mirada anticipó la llegada, instalación, desarrollo y hegemonía de la violencia en las calles de la zona, como se percibe en sus escritos, a través de su maestría al retratar en la Novela Negra, en el hardcore, lo extremo.

Esto queda plasmado claramente en el género con La Mara, para lo que el periodista tuvo que convivir un largo tiempo entre estos grupos delictivos, sin saber si podría salir con vida de sus filas. Otra novela que nos impacta fue La esquina de los ojos rojos, donde revela la devoción y culto por la Santa muerte o en De llegar Daniela, su novela póstuma, ésta más bien intimista en un aparente desorden, enloquecedora, que culmina con un cierre inusitado. Rafael Ramírez Castañeda (1885- 1959) abuelo del escritor, fue iniciador y dirigente de las escuelas rurales en el estado de Veracruz; estudió en la Escuela Normal de Maestros, nació en un pueblo llamado Las Vigas, y que hoy es conocido como Las Vigas de Ramírez. Escribió 175 libros.

El creador del Rayo Macoy, dijo ser un cazador de historias, pero en realidad fue un cazador, pescador, buceador y marinero de embarcaciones pequeñas en la Laguna del Chairel; le gustaban los retos y, bucear entre la escollera del malecón, lo mismo que nadar,
era parte de su pasión; también jugó futbol americano y por muchos años toreó. Estudió Contaduría Pública en IPN de la capital de la República, por lo que hacía recorridos con paisanos ida y vuelta, contando con amigos entrañables como Ignacio García, Joaquín Contreras Cantú nombres a los que se fueron añadiendo con el paso del tiempo, los del escritor chileno, Poli Delano; el español Juan Madrid; el poeta Juan Oliva; Joaquín Díaz Canedo y Sealtiel Alatriste, y muchos personajes más que serían inseparables.
— Tenía una excelente voz, se echaba sus palomazos y bien podría decir, al cantar actuaba las canciones; era un actor que escribía. Era muy soberbio y enamorado de sus bigotes. Me confía Concepción Tavera.

Leía todo el tiempo, y esto lo llevó a ejercer la escritura; ahí encontró su propia naturaleza, donde la edad, lejos de restarle méritos y habilidades, lo hizo más sabio, avezado y exitoso.

POR. JESÚS GUERRERO VALDEZ

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