Una vez más la oligarquía global y sus acólitos se han vuelto a reunir en el Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza.
Es una reunión donde los más ricos del planeta, mil millonarios en dólares; los dueños de los más grandes corporativos y empresas globales y de la riqueza financiera; los políticos más poderosos y personalidades destacadas se reúnen para establecer múltiples acuerdos y negocios entre ellos.
Parte de la tarea es definir los principales riesgos que enfrentan ellos y el planeta entero y entonces delinear el rumbo a seguir. Uno de los principales documentos que emanan de este encuentro es el Reporte de Riesgos Globales 2024 que presume reflejar los resultados de una encuesta que reúne la inteligencia colectiva de mil 500 lideres políticos, empresariales, académicos, de la comunidad internacional y de la sociedad civil; así como de más de 200 expertos temáticos.
El resultado no es un documento optimista. En el se destacan dos grandes temas, el deterioro climático que incluye en particular la perdida de biodiversidad y el riesgo de un colapso ecosistémico. El segundo es un orden global inestable y crecientemente conflictivo.
A ellos se asocian sociedades que se debilitan en lo económico y en lo político; lo que incluye tanto el deterioro de la gobernanza interna como una creciente división entre los varios polos del poder global, los países del Norte y el Sur y la erosión de la cooperación global.
Contribuyen a la mezcla de riesgos los cambios geoestratégicos, demográficos, tecnológicos y el aumento de la información falsa o sesgada.
En la vertiente tecnológica destaca la mayor influencia transnacional de las grandes empresas tecnológicas que se verá incrementada por el desarrollo de la inteligencia artificial y le otorga a individuos privados un poder que compite con el de los estados nacionales en rubros de enorme consecuencia. Un ejemplo es el uso de satélites civiles en la guerra en Ucrania.
Existen amenazas al bienestar de la población y si las transformaciones no son manejadas cuidadosamente el resultado llevará a retrocesos en el acceso a la salud, la educación y empobrecimiento para grades grupos de la población global.
Existe, señala el documento, un creciente sentimiento de frustración de la población del mundo ante el orden establecido que propicia las protestas violentas, los crímenes de odio, conflictos civiles y terrorismo.
La perspectiva planteada para el 2024 y la siguiente década es fundamentalmente negativa.
El Reporte de Riesgos Globales 2024 tiene un total de 124 páginas y debiera ser lectura obligada para todos los interesados en el rumbo del planeta. Solo que mientras que el Reporte es excelente en el diagnóstico detallado no logra ver el elefante en la habitación y es por ello decepcionante en sus propuestas de acción.
No pasa de propuestas generales en cuatro vertientes: 1) estrategias localizadas que incrementen la preparación ante los riesgos de desastres naturales y riesgos geoeconómicos, incluyendo redes de seguridad social; 2) innovaciones tecnológicas lideradas por individuos y entidades privadas, por ejemplo, desarrollar vacunas o limitar los riesgos de la inteligencia artificial; 3) acciones colectivas que son la suma de decisiones individuales como cambios en los estilos de vida y de consumo.
Por ejemplo, adoptar una dieta vegetariana o emplear menos el transporte individual; 4) Coordinación internacional que parta de la autocontención de los países con mayores capacidades peligrosas para no emplearlas y acuerdos internacionales que limiten el calentamiento global, mantengan la seguridad y aseguren el libre comercio.
Para ver el elefante en la habitación hay que recurrir al recién publicado informe de Oxfam, un movimiento global de personas que trabajan para combatir la desigualdad, la pobreza y la injusticia, cuyo título y subtitulo expresan lo esencial de su planteamiento: “Desigualdad S. A.
El poder empresarial y la fractura global: la urgencia de una acción pública transformadora”. En el encontramos el elefante en la habitación que el Reporte de Davos no consigue ver: la creciente desigualdad en el mundo, el enriquecimiento extremo de una minoría que gracias al mismo aumenta su poder político (dominio de la información, compra de conciencias).
El problema es que su enriquecimiento está necesariamente basado en el empobrecimiento de la mayoría y el desastre planetario.
Oxfam inicia su planteamiento con un botón de muestra. Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo tiene una fortuna de 167 mil 400 millones de dólares y la ha aumentado en 32 mil 700 millones de dólares desde 2020. Viajó al espacio por 5 mil 500 millones de dólares (deteriorando la atmosfera) y agradeció a los trabajadores de Amazon el haberlo hecho posible.
En paralelo se esfuerza en evitar la sindicalización de sus trabajadores. Habría que añadir que miles de sus empleados tienen que recurrir a la asistencia alimentaria federal debido a sus bajos salarios mientras que los gobiernos federal y locales le otorgan subsidios a la instalación de sus centros de operación.
Se ha demostrado que en sus empresas los trabajadores trabajan a ritmos dañinos para su salud. Los cinco hombres más ricos del mundo casi han duplicado sus fortunas desde el 2020; si cada uno de ellos gastase un millón de dólares diarios les tomaría 476 años agotar su riqueza.
Por otra parte 4 mil 800 millones son ahora más pobres que en 2019. El 1 por ciento de la población mundial posee el 43 por ciento de los activos financieros globales y su estilo de vida genera tanta contaminación de carbono como los dos tercios más pobres de la humanidad.
Las grandes corporaciones están obteniendo ganancias récord exprimiendo a los trabajadores, evadiendo impuestos, presionando a la privatización de los servicios públicos y generando un desastre climático.
Menos del uno por ciento de las más grandes corporaciones pagan a sus trabajadores un salario decente. Han conseguido que los gobiernos compitan ofreciéndoles condiciones cada vez más favorables, en particular que paguen menos impuestos, en una carrera hacia el abismo que endeuda y limita las capacidades de acción de los gobiernos.
En contraste los corporativos se convierten en los dirigentes del diseño de políticas que enriquecen a sus dueños cada vez más.
El reporte de Oxfam atiende a lo esencial en su diagnóstico y propuesta. Estamos llegando a extremos alarmantes de desigualdad y acumulación de poder; más que crecimiento de una brecha entre ricos y pobres ahora se genera un abismo entre una minoría de oligarcas y la inmensa mayoría de la población mundial. Urge combatir la concentración de la riqueza y el poder.
La propuesta de Oxfam es clara reducir radicalmente los extremos de la inequidad: que los oligarcas paguen impuestos a un nivel que limite y revierta la enorme desigualdad y concentración de su poder y que el Estado, los gobiernos de todo el mundo recuperen la capacidad para, sin necesidad de endeudarse y pagarle intereses a los oligarcas, poder crear un piso de servicios públicos (salud, educación, servicios básicos), que mejore las condiciones de vida de todos.