Camisola roja, sonrisa acartonada sobre un rostro cruel, el autócrata celebra su reelección, ante un mar de quejas donde lo acusan de abusivo y le gritan a voz en cuello que ni lejanamente tiene mayoría para quedarse en el sillón que hoy defiende con uñas y dientes.
Responda el lector: (1) MADURO, (2) ALITO, (3) ambos. La diferencia acaso es que MORENO CÁRDENAS solo representa un peligro para la supervivencia de su partido, el PRI.
Mientras que NICOLÁS impone su voluntad a capricho sobre 28 millones de venezolanos. Aun así cabe elegir la opción (3), digo, atendiendo a la diversidad de gustos.
Entre otras coincidencias curiosas (además de la camisa colorada), hay la expectativa en ambos casos de un mandato inestable, tan vacilante y falto de legitimidad que no le auguran “huesos viejos”.
Los más sabios recuerdan la frase aquella del obispo TALLEYRAND, cuando le dijo a NAPOLEÓN que las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse en ellas. La imposición tiene un pecado de origen. Las bayonetas se encajan en el trasero del sátrapa que intenta permanecer en ellas.
De consolidarse la facción golpista de ALITO, la fuga de cuadros podría vaciar al PRI de su capital humano. Justo como ocurrió con el PRD a partir del 2012, luego de fundarse MORENA. Del Sol Azteca solo quedó el cascarón.
REELECCIONISMO TARDÍO
El PRI está pagando su antidemocracia de años. De CALLES a ZEDILLO y luego a PEÑA NIETO, jamás sus dirigencias (nacionales, regionales) fueron producto de un proceso de selección abierto.
Se habituaron al dedo y hoy pagan por dicha obediencia ciega. Se diría que en la peor de sus expresiones, cuando el dedo se apuntala a sí mismo. ROBERTO MADRAZO en 2012, ALITO MORENO en 2024.
Es, en efecto, el partido que hizo suyo el axioma maderista de “sufragio efectivo, no reelección”. Aunque viendo la película completa desde 1929, muy pocas veces se cumplió la promesa del “sufragio efectivo”.
Les quedaba la “no reelección”. Que hoy se trunca por la ambición de sujetos cuyo interés personal es más importante que el partido: MADRAZO y MORENO, dos “emes”, como la de MADURO.
El espectáculo es muy penoso. De haber una elemental cultura democrática en este partido, ALITO habría sido enfrentado por una insurrección interna que no lo dejaría ni subir al estrado.
No la hay. La obediencia está en los genes de la subcultura tricolor y hasta la decoran, disfrazan, adornan, con términos pomposos, como “disciplina” y “unidad”. En realidad es sumisión deliberada y la traen marcada con fuego en el alma.
REMIENDO EN CURSO
En Venezuela la pelota está en la cancha del ejército. Es la única institución capaz de sacudirse a NICOLÁS, incluyendo la posibilidad de intentar todavía una probable continuación del modelo chavista, pero sin MADURO.
El ruido de los sables se viene escuchando elección tras elección, aunque nunca se ha proyectado tan fuerte como ahora que la oposición ganó con cifras de escándalo: 70% contra 30% de los bolivarianos.
Y también cuando se sabe que la estrategia opositora de recabar copias de sus votos en cada casilla ha sido fundamental para no depender del inepto y omiso Consejo Nacional Electoral.
En contiendas previas los resultados eran menos claros. En dicha ambigüedad se fundaba la estrategia del comandante CHAVEZ y luego de MADURO para cantar su triunfo y derrotar por cansancio a los inconformes. Hoy es distinto por la contundencia de las cifras.
Cabe recordar el caso mexicano de 2006, cuando el gobierno de VICENTE FOX impuso a FELIPE CALDERÓN, con cinco décimas de diferencia (35.89% y 35.31%).
La inconformidad vino del obradorismo, pero al paso del tiempo, el resto del espectro político otorgó a CALDERÓN el beneficio de la duda. Al menos un pedacito de legitimidad por haber quedado tan cerca uno del otro.
GATOPARDO BANANERO
Ello es imposible en el caso venezolano. Dentro y fuera del país se impone la certeza de que el opositor EDMUNDO GONZÁLEZ URRUTIA le ganó por paliza al candidato oficial. Una madriza de santo y señor mío.
Del tamaño de la diferencia es el tamaño de la falsificación. La mentira mexicana del 2006 fue de medio punto. La de Venezuela es de 40 puntos porcentuales (70- 30). Una barbaridad.
Ni siquiera los efectivos militares pudieron sustraerse a este abismo inocultable. El soldado, el marino, el policía de ese país pertenecen a entornos familiares (padres, hermanos, hijos, cuñados, sobrinos, primos) donde dicho 70% también se refleja. Con la altísima posibilidad de que al reprimir las protestas se encuentren a miembros de sus familias, amigos, vecinos.
Por eso, las fuerzas armadas dejaron operar a los seguidores de EDMUNDO y CORINA cuando salían de las casillas cargando la copia del voto que el ultramoderno sistema digital imprime y entrega, como si fuera el recibo de un cajero automático.
Con dicha permisividad los uniformados asumieron una postura. Su inevitable cercanía con la inconformidad popular los llevó a sacar las manos de la etapa final. La lealtad tiene límites. No quisieron disparar contra los suyos.
Hoy el daño está hecho. La pelota quedó en la cancha de las fuerzas armadas. Bolivarianas, efectivamente, si hemos de recordar aquella advertencia del exmandatario uruguayo PEPE MUJICA en 2015.
-“No se les olvide”, dijo, “que el ejército venezolano es de izquierda” y del mismo color será su régimen si logran derrocar al actual gobierno.
Mal que bien, el chavismo podría sobrevivir al proceso, pero sin NICOLÁS, ni DIOSDADO, luego de una sustantiva purga en su élite ladrona y abusiva. Tripular el cambio para que lo sustantivo permanezca. Lo cual suena a LAMPEDUSA, por cierto.
POR CARLOS LÓPEZ ARRIAGA
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