CIUDAD VICTORIA, TAM.- Un sábado, la esposa del Caminante le pidió que la acompañara a una tienda de telas, ahí por la zona centro.
El Caminante decidió esperar a su ñora en una jardinera de la plaza Hidalgo. Al ir sobre la acera, entre el gentío escuchó una voz muy ‘quedita’ que lo llamó por su nombre, sin embargo el vago reportero no logró identificar a la persona que lo llamaba.
Una vez más escuchó que le hablaban, y al revisar entre la multitud, vio a una persona en silla de ruedas, con una sonda urinaria, cubrebocas y lentes oscuros que lo saludaba con la mano. El andarín se apuró para responder al saludo de aquella persona que no lograba identificar.
“Soy Fidel, el de la colonia las Paguas, ¿te acuerdas de mi?” El Caminante casi se va de espaldas al ver a aquel camarada que casi ‘sumido’ en su silla de ruedas le sonreía con la miraba. – Fidel ¿El de la tiendita amarilla? – preguntó el Caminante – ¡Ese mero! ¡yo sabía que si te ibas a acordar de mi! No es que el Caminante no recordara a Fidel, su conocido de algunos años atrás, sino que su figura ya no correspondía a aquel corpulento Fidel de un metro y ochenta centímetros de altura, con su cabello rojizo y enormes brazos curtidos en la fábrica de blocks y adoquines de su señor padre, allá en el municipio de Ocampo.
Si, Fidel era lo que llamaban entre sus conocidos un ‘torote’, su fama de peleonero y buen bateador de beisbol en el ejido, lo había vuelto un imán para las damas y la envidia de dos que tres conocidos de su colonia. – Pero, ¿qué te pasó Fidel? no me digas… ¿te atropellaron, te pegó la diabetes? – preguntó el Caminante – ¡Nombre, Dios me libre! vengo a Victoria a checarme un ojo, ando con mi hija, fue aquí al cajero de Banorte. – Mi amigo, pero ¿por qué estás así? te veo muy diferente a la última vez que nos saludamos en la central camionera. Fue entonces que Fidel, “el colorado” se puso muy serio y los ojos se le pusieron ‘vidriosos’, y sin embargo mantenía una sonrisa casi mecánica en el rostro. Con su voz quedita, el hombre le relató su triste historia que solo se remontaba a seis meses atrás.
“Todo empezó cuando conocí a una mujer, muy guapa, y todos decían en el rumbo que era de ‘cascos ligeros’ y nos empezamos a mensajear, yo ya soy divorciado, pero convivía mucho con mi ‘ex’… tu sabes, para bienestar de nuestra hija. Total que empecé a salir con esa mujer y las cosas iban muy bien… hasta que descubrí que no solo tenía acercamientos conmigo” relató Fidel mientras se acomodaba la sonda.
“Supe por terceras personas que tenía un novio en ‘La Muralla’ y otro en ‘El Tigre’ y la mandé a volar” narraba Fidel quitándose los lentes oscuros. “Después de eso empezaron a pasar cosas muy raras, se me murieron primero las gallinas, luego los perros, después los marranos y al último las vacas… una por una. Todas las ‘matas’ y los árboles de limón del solar se secaron y hasta uno de paguas también se ‘peló’, mi vecina doña Feliciana me advirtió que ‘alguien’ me estaba ‘trabajando’, pero como yo no creía en esas cosas no le hice caso.
Luego una noche sentí como si me hubieran apuñalado en la rabadilla. Fui al doctor y me dijo que uno de mis riñones no estaba funcionando bien. Fue cuando me recomendaron ir con una señora para que ‘somereara’ la casa y el patio” relataba Fidel moviendo sus manos de arriba a abajo con sus expresivos ojos verdes.
“Cuando terminó de limpiar las malas vibras, la señora dijo ‘hay algo en tu casa que no deja que la limpie, y se puso a buscar por todo el solar. Encontramos un mecate atado al tronco de la pagua, arriba donde no se podía ver.
Tenía amarradas patas de pollo y una bolsita de plástico con sal. Con mucho cuidado, la señora y mi vecina Feliciana lo bajaron con una vara y un machete amarrado en la punta y lo quemamos en la calle.
Poco antes de eso, mi otro riñón también se había enfermado y un dia que andaba en el seguro de Mante, llovió muy fuerte y un rayo cayó en la cocina de la casa que tiene techo de palma y se quemó” narraba Fidel con voz entrecortada.
“Después de que quemamos la cosa esa me empecé a sentir mejor, mis riñones empezaron poco a poco a funcionar… pero te estoy hablando de un mes para acá, la inflamación aun no baja del todo, pero me dicen los doctores que si la voy a librar” concluyó el Colorado. Su hija llegó y saludó al acercarse. El Caminante le brindó unas palabras de aliento a su amigo, quien a pesar de estar bien jodido, conserva el optimismo y la esperanza de restablecerse al cien por ciento y volver a ser el mismo de antes… antes de que (en sus palabras) ‘la hicieran ese trabajito… ese amarre’. Ojalá le vaya bien. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA