Tocar la montaña por el dibujo que se ondula como espuma de las nubes reflejado en el espejo sin mácula de La Laguna de San Isidro en los adentros cercanos de la magia de Tula, Tamaulipas, en los altos de nuestro estado.
El espejo tiembla pero no pierde su orgullo en el ramaje que cae del cielo en el tendido de los pájaros petirrojos y el sonar de las calandrias que remedan a su paso las el circo de las nubes y el aroma de la mañana azul tendida al horizonte. La Laguna de San Isidro asoma a sus memorias que vetean el cielo en la Sierra Madre, donde arribaban las flechas de Los Maratines en el último canto de victoria.
La montaña se yergue con orgullo impasible a nuestra presencia de asombros de la tierra divina donde nacieron nuestros viejos a la ar con la montaña en el suelo húmedo y agreste que partió el corazón de muchos.
La Laguna es azul en la mañana y es lunar en el atardecer cuando el sol retira sus velas para caer en los tajos de la Sierra Madre como su bastión más querido. Me acompaña Fernando Guerrero, su hermano Roberto y Rosario su consorte a la tutela de Paco Ramos Aguirre cronista de Ciudad Victoria que paladea las delicias de un almuerzo en la yerba como si fuera un cuadro impresionista en la alegoría de un manto azul.
Rosario ha preparado un budín de moras y ciruelas y como una madre reparte religiosamente las piezas de esta delicia casera que acompañan al huevo, frijoles y chile piquín que bordea nuestra mesa.
El fuego aún sigue en sus meneos y los árboles se tuercen caprichosos que ondean como banderas en las pequeñas pirámides que vigilan nuestra estancia mientras los patos de la laguna hacen giros de alerta a los tejones y a los tigres que vigilan la alta montaña. Es viernes después de una noche de viento tulteco que se llevan zancudos y moscas de las casas y papea lo que le venga en gana.
He venido al vértice de un espejo que aloja las memorias amorosas de los Rosales en flor, entre cantos de guerra de langostas y el brillo acariciante de las cejas del sol que se acerca a la ventana del paisaje tulteco.
Hay un sentimiento que ofrece llanto feliz de la emoción de tocar a los míos en compañía de los amigos que nos abrazan al mismo sentimiento de refrescar la memoria y dibujar el corazón en las arterias de un paisaje invencible y pródigo. Estamos a |5 minutos de Tula, el Pueblo Mágico donde las víboras aun andan paradas en las botas de los migrantes y los cintos que aprietan la culinaria de un pueblo que conoce sus historia y que se ,levanta victorioso en la estepa tamaulipeca.
Me pregunto dónde están los pintores y poetas de esta tierra maravillosa escondida en las nubes si hay una riqueza anónima para soñar y vivir el arte. Regresemos al paisaje de una tierra de encantos y sorpresas en los fantasmas del pastle que cae de los árboles en las leyendas reaes i inventadas de Paco Ramos en su libro Leyendas de Tula.
Hemos llegado al MANA y su Poética, mi reciente libro cifrado por Sergio Cardenas Tamez bajo el sello editorial de ALJA ediciones, estamos en el atrio del bello edificio de Los Rombos que se cuadrícula al sol, y la tarde, y a la noche que tiende su manto de frescura.Todos han acercado su voz a nosotros en el rosario de palabras de nuestras figuraciones poéticas y narrativas.
Gracias Fernando Guerrero Guzman que nos ofreció el pan y la sal de su casa, desde los sillares, la piedra y el adobe, hasta el brillante espejo de la Laguna de San Isidro donde escribimos.
En el rostro azul de la mañana se dibuja la memoria de las aguas en la Laguna movediza de Tula al ritmo de los petirrojos y los cuervos azules que escafrban en las yernas al zumbido de color de las abejas que derraman la miel a nuestros labios en la alfombra verde de la mañana y las nubes seasoman juguetonas en las cornisas de la Sierra Madre, y ls arboles son fantasmas juguetones en los monticulos de cantos Maratines, Pisones y Comecrudos entre calandrias y pumas donde saltan a la selva de nuestros ojos. La Laguna descubre los lamentos de la carne y llena de alegría los corazones, la mañana es azul de un cielo bendito de Dios para nosotros que amamos a esta tierra que ondea en Tamaulipas.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO
Fotografías Francisco Ramos Aguirre, Fernando Guerrero, Rosario, Roberto, Yuridia y un servidor.