La secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, encontró el jueves de la Virgen de Guadalupe la apertura de un camino interno para construir una alianza nacionalista frente a los turbulentos cuatro años –por lo menos– que se le vienen encima a México con el estilo atrabiliario y personal de poder del presidente Donald Trump y sobre todo de su primer círculo de los duros nacionalistas y antinmigrantes colaboradores.
Pero la estrategia debería ser ir más allá de la foto y la declaración meramente nacionalista que duró pocas horas en el ambiente político. Se requiere del diseño de un acuerdo político interno entre todas las fuerzas partidistas y sociales para perfilar cuando menos tres políticas nacionales que han urgido desde el Tratado de Comercio Libre 1991-1993 que entregó la soberanía mexicana a Estados Unidos: una política de seguridad nacional vis a vis Estados Unidos, una política de Defensa Nacional hacia el exterior que involucre a las Fuerzas Armadas, Cancillería, Hacienda y Economía y una política de acuerdos internos que definan un verdadero Plan Nacional de Desarrollo más allá de la retórica populista y superficial de la 4-T.
Después de la agresión del Gobierno de Nixon en 1969 con la Operación Intercepción en la zona de California, el presidente Reagan –un Nixon remasterizado– y el embajador estadounidense John Gavin en modo de jefe de la estación de la CIA en México, abrieron audiencias públicas en el Congreso estadounidense en 1985 con el propósito –tema de la CIA de William Casey– de demostrar que México estaba en una situación de caos similar al de Irán del Sha y del Ayatola. Estas audiencias tambalearon al gobierno debilitado de Miguel de la Madrid que ya había decidido subordinar la economía mexicana a la estadounidense con el primer paso de ingreso al GATT.
En aquel 1985, el bloque intelectual de Carlos Salinas de Gortari, Manuel Camacho Solís –piezas claves del delamadridismo– y Héctor Aguilar Camín/Nexos organizaron una gran marcha plural por las calles para defender la soberanía nacional, pero sin concederle a la oposición ningún avance de acuerdo político nacional. Una vez desactivada la ofensiva de la Casa Blanca, De la Madrid y Salinas regresaron a su modelo neoliberal de integración de la economía mexicana a la estadounidense.
El primer paso que dio la secretaria Rodríguez en Gobernación debería tener una continuidad para replantear los mecanismos de la unidad nacional que la mayoría calificada de Morena en el Congreso destruyó en aras de una agenda lopezobradorista que tampoco está peleada con la necesidad de reconstruir la economía y la política después de las turbulencias neoliberal y populista de largo período 1973-2024.
Por sí misma, la mayoría política y legislativa de Morena y la 4-T tendría algunas posibilidades de resistir las decisiones económicas, migratorias y de seguridad del Gobierno de Trump, pero al final de cuentas requerirá del apoyo de la oposición para procesar internamente los efectos negativos de Trump en el uso de aranceles, deportaciones e intervencionismos de seguridad en atropello de la soberanía nacional.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene el perfil político que no tuvo el voluntarismo unipersonal caudillista de López Obrador; de manera paulatina y sin estridencias, Sheinbaum ha abiertoalgunos canales cuando menos de intercambio de opiniones con la oposición, más allá de las conductas avasalladoras de sus bloques legislativos en las dos cámaras. Y existe mucho margen de maniobra para que el gobierno actual pueda negociar algunas pausas en decisiones atropelladas que están distorsionando áreas políticas de poder que más adelante se convertirán de manera inevitable en factores de ingobernabilidad.
La oposición, con todo y su deprimente baja calidad estratégica de sus jefaturas, tiene que dar el primer paso en la definición de un acuerdo plural por la soberanía nacional. Aunque el presidente Trump es ingobernable en su brusco esquema de toma de decisiones improvisadas y al margen de prácticas a instituciones, de todos modos tendrá margen de maniobra para que algunos de sus manotazos autoritarios tengan efectos negativos en las relaciones bilaterales. La designación de un boina verde-senador como embajador tendrá que procesar las dificultades que todos los diplomáticos han encontrado ya en su función cotidiana en las oficinas de la representación estadounidense.
Si no hay un acuerdo por la soberanía nacional con base en un acuerdo de reorganización política, el margen de maniobra de la presidenta Sheinbaum será menor y operará a favor de los exabruptos de Trump.
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Por Carlos Ramírez
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