Hay tiempo que queda libre como un juguete. Es tal vez el tiempo en el que recorrerias media cuadra, una piedra terminaría en el precipicio, o alguien en bicicleta podría llegar a la tienda de la esquina.
El tiempo sirve para perderlo o para reflexionar en ello. El tiempo sin embargo no hay que perderlo, hay que traerlo en la mano. Tiempo para ver las estrellas en tono menos romántico, dicen que algunas estrellas que hoy vemos ya no existen. El tiempo hace que todo fluya, que todo pase y nada quede como la canción.
El tiempo que te quede libre si te es posible dedicalo a mi. De no ser así el tiempo de todas maneras irá a donde haga falta: en una larga espera o en una banca sin prisas, sin remos, sin pasos, sin gritos. Ira todo este tiempo a un bar a enbrutecerse y pasar un buen rato.
Tiempo en el que se fuma un cigarrillo y después otro para que no ande solo. Y el tiempo pasa por donde no hay carros, por donde nadie había pasado a robar un mango. El tiempo es el turno para un segundero de los relojes más viejos.
El tiempo es el responsable de los fierros oxidados, de la ciudad inmensa, del eco, de un final feliz, de las huellas, del camino, el tiempo es una posibilidad, una espera, una especie de emoción, un rápido jalón, unos pasos, muchos silencioso, luego el olvido, sin todos nosotros.
El tiempo es la lucha imprevista contra el mismo tiempo. El tiempo es una eterna lucha por la propia existencia del tiempo, que irónicamente es siempre un presente. El tiempo sabe que no existe, es uno quien insiste y se pasa los altos, va y choca gacho. El tiempo es presente. Ahora es una boleta de tránsito, mañana es otra calle.
Los días se pueden brincar en coche, pronto de un lunes estará en jueves si usted lo permite, sería lindo brincar del lunes al viernes como sueña la burocracia, pero el mundo necesita darle tiempo al tiempo.
Y los días que pasan y luego las luces del cielo de nueva York sobre el cuerpo y no sabes qué pasó, si continúas dormido o sigues despierto. Ya pasaron diez años, no cómo crees, y estás en Jaumave de nuevo ¿Cómo la ves?
Lo bueno del tiempo que no existe es su indiscutible democracia. Pasa para todos y por todos nosotros. Pasa por los ojos y por los pies, pasa dos o tres veces , cuatro. Yvuno cuenta las veces que va contando. El tiempo existe mientras haya quien lo cuente. Si un día se pierde la cuenta del tiempo el mundo entra en receso. El tiempo seguirá du marcha pero nadie sabrá en cual número.
El tiempo sin existir es muy hábil, es un día hábil y otro no. Tómenle tiempo, a lo mejor rompe récord. A cada quien su turno, uno sabe en que se gasta la vida, di ka hace larga o la achica. El tiempo es un hueco en el estómago para la hora del hambre, es un silbato del árbitro, el toque de queda, el cambio de semáforo,
Ahora que viéndolo bien el tiempo aunque sobre no se ahorra, siempre es una nueva moneda y uno sabe en qué se la gasta. De repente de hizo tarde y no llegaste a la cita de tu vida, tampoco llegaste a tiempo a comprar em mandado al mercado y no llegarás con las tortillas.
Tiempo del uno al tres, contar hasta diez, salir ya tarde cuando nadie sabe qué hora es. Contar los pasos para saber si no se olvida qué sigue del nueve mil y de regreso a donde ya no estás, también está ese número.
El tiempo no acaba y la vida bien gracias. Hiciste lo que te dio la gana y de pronto estás aquí lleno de preterito, con algunos agregados sólo fuiste un tiempo, no dos, ni tres, quien sabe cuántos. Y sigues, imparable, Incansable, imprudente, indigente, fuerte, con el tiempo todo nuevo y el mismo de siempre.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara




