5 diciembre, 2025

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La belleza de nuestro animal oscuro 

CRÓNICAS DE LA CALLE/ RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Nadie dijo que la belleza era eterna. Al contrario. Con el tiempo todo se corroe y aún con mantenimiento; lo cierto es que una vez retocada, lavada y enjuagada, la belleza ya no vuelve a ser la misma.

El tiempo en todo caso ejerce su derecho al veto, por eso ciertas cosas se hacen viejas primero y después las otras. Hay algo de gracia en ello, mas lo más interesante es que el tiempo hace arte, toma el arte en sus manos, crea curiosas texturas, polillas sedientas agua escurrida de las asequias.

Un gran monolito es obra del paso del viento y desde luego cumple con un contexto en donde se hizo. Hay belleza por dentro y fealdad por fuera y viceversa. Solamente hay que saber reconocerla. Hay bellezas que cumplen con inteligencia, bellezas aburridas, bellezas tan exageradamente bellas que cuesta un billete mirarlas. 

Otra cosa clara y sencilla es reconocer que la vejez no es sinónimo de fealdad. Como el buen vino muchas obras con el tiempo adquieren cierto vintage y recuperan su valor absoluto. Es verdad que en esta época la modernidad tampoco da tiempo suficiente para que algo se haga viejo, es decir, para que trascienda, que en eso consiste. 

La belleza real trasciende los tiempos sin mucho esfuerzo, a pesar de los cambios de estilo, de las modas y las imposiciones imposibles. La tendencia hasta no hace mucho tiempo la marcaban las grandes empresas de la moda en París, Nueva York con destino a la Moderna y puntos intermedios. Además la belleza muchas veces depende de quien la reconoce. Lo que es feo para unos, suele ser lindo para otros. En gusto se rompen géneros y todas esas cosas. 

Ojalá un día la belleza nada tenga que ver con el dinero, sino con el alma. El arte es meramente espiritual. Por eso hay recintos llenos de alma. El alma es arte puro, por eso donde hay arte hay motivos, emotividad, entusiasmo para seguir viviendo, el arte nos hace creer en la humanidad. El arte nos alegra, nos emociona y conduce a sitios estelares del entendimiento humano que nos diferencian de los animales. 

Qué bueno que el alma es el alma y hay alma para todos. Lo que ocurre es que de repente nos volvemos fríos, frivolos, apáticos, indiferentes, crueles, irracionales, malos, y alguien de repente y de costado nos dice que somos bien feos. Y que fuese cierto. 

El arte en lo general ha ido, no sé si evolucionando, pero se ha desarrollado de acuerdo al contexto del predominio económico existente. Pasa por el arte la condición social, la discriminación y el clasismo, como en todo el orbe. Una gran parte del talento universal se pierde debido a la élite dominante en el mundo, que han hecho famoso el cuadro de donde cuelga un plátano en millones de dólares.

Desde el siglo pasado el arte ya no es de fiar para contener la belleza, el arte tiene una respuesta a otras preguntas. Y no por haber abandonado- por el Libre albedrío del arte- la técnica, la simetría y hasta el formato. Hoy una obra de arte puede ser invisible y un coleccionista furibuno adquirirla, como ocurrió en millones de dólares.

La belleza existe por si misma y se consolida en la naturaleza. El ser creativo ha realizado con sus manos sublimes bellezas tratando de imitar el poder creativo del planeta. Sin embargo la belleza se ha extendido muy bien a todas las esferas del universo. 

El hombre contradictorio ha creado el otro lado extraño y extremo de lo bello. Lo feo es galardonado y reconocido cuando nos dice algo, cuando nos invade con la levedad de la arrogancia frente al espejo real de nuestro animal interno. 

Se dice que es bello algo que te hace sentir bien. Una experiencia única es la de observar la belleza que a cualquier hora, en todos los sitios, ángulos y gráficas, hace posible al ser humano llorar inexplicablemente por el colorido de una linda tarde. 

HASTA PRONTO 

Por Rigoberto Hernández Guevara 

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